Reseña: Una nevera llena de cabezas (Rio Youers, Tom Fowler)

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La semana pasada tuve la suerte de poder disfrutar en pantalla grande de John Wick 4 (Chad Stahelski, 2023), una experiencia inolvidable que va más allá de lo cinematográfico hasta convertirse en algo casi físico, algo que no sentía en una sala de cine desde que hace ya casi una década pude ver Mad Max: Fury Road (George Miller, 2015). He dicho inolvidable, pero si ahora mismo alguien me preguntase por el nombre de los principales antagonistas de Keanu Reeves en la película o el por qué de alguna situación… lo cierto es que no sabría la respuesta: ni lo recuerdo ni me interesa especialmente. Y es que, tomando prestadas las palabras de aquel gran clásico… francamente, querida, me importa un bledo.

John Wick 4 es una de esas películas en las que el argumento, los personajes, sus motivaciones… son una mera excusa para mostrarnos lo que verdaderamente nos quieren mostrar, que en este caso son casi 3 horas de intensas, preciosistas y agotadoras secuencias de acción que sobrepasan el más difícil todavía en cada nueva set piece. Pero no estamos aquí para hablar de cine, sino de uno de los últimos lanzamientos de ECC Ediciones: Una nevera llena de cabezas.

Seguramente los más asiduos lectores de esta web recuerden Un cesto lleno de cabezas, la obra firmada por Joe Hill y Leomacs con la que se inauguraba el sello Hill House Comics en la línea DC Black Label con la intención de posicionarse como el gran referente en el cómic de terror contemporáneo. En ella se nos contaba la historia de June, una joven llega a la tranquila Brody Island con la intención de disfrutar de unos días de diversión con su novio… y termina decapitando villanos con un hacha mitológica que tiene el poder de mantener vivas (y parlanchinas) las cabezas que rebana.

Al final de Un cesto lleno de cabezas, el Hacha de Yggdrasil (que así se llama la bendita) termina sepultada en el fondo del mar… pero todos sabíamos que la cosa no podía terminar ahí. Una nevera llena de cabezas es la secuela que estábamos esperando desde entonces y, ya lo adelanto, es una secuela muy diferente pero también, en su propio contexto, tremendamente satisfactoria.

En esta ocasión Joe Hill da un paso hacia atrás permaneciendo como coordinador de la historia y dejando la batuta narrativa en manos del novelista británico Rio Youers en la que es su primera incursión en el mundo del cómic. Youers tiene la habilidad y el talento suficientes como para construir un relato más que interesante a partir del material original, trayendo algunos personajes de vuelta y añadiendo otros nuevos, ampliando considerablemente el lore del hacha de Yggdrasil y de las armas mitológicas, así como para introducir alguna que otra sorpresa… pero sobre todo para coger todo eso que ha construido con tanto mimo, estrujarlo y limpiarse el culo con ello.

Y es que aquí es cuando Una nevera llena de cabezas se convierte en John Wick 4. Sí, la historia está muy bien narrada, con un fondo de humor y socarronería que le sienta realmente bien, los personajes (protagonistas y antagonistas) están perfectamente definidos y son coherentes con sus motivaciones. Ya estaríamos ante un gran tebeo si la cosa terminase aquí. Pero es que va mucho más allá, permitiéndose poner en un segundo plano todas las virtudes anteriormente señaladas para convertirse en un festival de acción, exceso, violencia y sangre en un crescendo continuo desde las primeras viñetas hasta su conclusión. Tanto es así que, como en John Wick 4, casi parece que la historia es una mera excusa para esta divertida y refrescante orgía de vísceras y cabezas (parlanchinas) cortadas.

Todo esto no hubiese podido llevarse a cabo sin el ágil, expresivo y potentísimo dibujo de un Tom Fowler desatado ni del excelente color de Bill Crabtree, siempre al pie del cañón para seleccionar el tono exacto de rojo que la sangre necesita, creando junto a las tintas de Craig A. Taillefer unas páginas que destacan por su cinetismo a la hora de presentar la acción, así como para, en determinados momentos, integrar la tipografía de las onomatopeyas como si fuese un elemento más de la composición, llegando a dar un nuevo significado narrativo a algo como el clásico CHOMP. No quiero desvelar nada en este sentido, tendréis que leerlo para entender a qué me estoy refiriendo. Spoiler: vale la pena.

La guinda del pastel la pone la excelente edición en cartoné de ECC Ediciones, que recoge en un único tomo a todo color los 6 números en los que la obra se publicó originalmente, manteniendo el mismo formato del resto de títulos de Hill House Comics anteriormente publicados. Además de las habituales portadas regulares y alternativas, se incluyen también unas páginas a lápiz con los diseños de los personajes principales así como de algunas localizaciones y objetos relevantes y una pequeña biografía de los autores.

Debo reconocer que, como buen fan de Joe Hill, me mosqueó un poco no ver su nombre en la portada de la secuela de su propia obra. Antes de empezar a leerlo, llegué a pensar que no había manera de que fuese un buen cómic sin la participación de su creador. ¡Qué equivocado estaba! Y cuánto me gusta equivocarme en casos así… Por méritos propios, Una nevera llena de cabezas entra, de cabeza (nunca mejor dicho), a la lista de los mejores cómics de lo que llevamos de año.

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