Cada vez que finalizo la lectura de uno de los tomos de Mashle me digo «es imposible que en el próximo número Komoto se supere». Porque cada número da una vuelta de tuerca nueva a las habilidades, puramente físicas, de nuestro querido Mash Burnedead. Quiero decir, ¿cuál es el límite de las fantasías absolutamente delirantes, histriónicas y descacharrantes con las que el mangaka nos puede sorprender? Pues el límite, señoras y señores, es el cielo. O lo que es lo mismo: no lo tiene. Al menos por ahora, claro. Después de siete volúmenes, Komoto sigue sorprendiéndome, haciéndome reír y queriendo seguir leyendo como en el primero. Un logro, desde luego, totalmente destacable.

Pero, ¿por dónde lo habíamos dejado? Ah, sí. Mash estaba participando en las pruebas para convertirse, ahora sí, en visionario divino y, en su camino, se había cruzado el cruel y desquiciado Carpaccio: un mago incapaz de sentir dolor, de reflejarlo en sus rivales y de regenerar sus heridas gracias a una varita que le confería dichos poderes. Todo parece dejar contra las cuerdas al pobre Mash Burnedead. Pero todos sabemos que, si alguien ha hecho gala de un ingenio a prueba de bombas, ese es nuestro protagonistas: ahora más que nunca va a tener que hacer uso de él para salir airoso. Y no solo de este encuentro, sino del siguiente enfrentamiento al que deberá hacer frente para alzarse con el título: Margarette Macaron será el último escollo que deberá salvar. ¿Conseguirá Mash alzarse con la victoria? ¿O será Margarette quién se convierta en visionario divino?

Se cierra aquí, uno de los arcos de este manga, sin duda dejando el listón muy alto: desconozco qué nos tiene deparado Komoto, pero desde luego no lo va a tener fácil para superar este derroche de imaginación e ingenio, de humor y épica. Todo bien revestido de los tópicos que identifican a los shonen: compañerismo, superación, esfuerzo, lucha entre el bien y el mal… El cierre de este arco abre la puerta, claro está, de otro que promete acción a raudales y enfrentamientos cada vez más hilarantes.

Como es habitual en Mashle, el dibujo goza en un nivel excelente, con algunas composiciones visuales en sus combates brillantes y una agilidad narrativa envidiable. Por desgracia, casi no ha aparecido ningún personaje nuevo que nos brinde un nuevo diseño, pero tras acabar el tomo me queda claro que mucho queda por venir y por disfrutar.

No sé vosotros, pero Mashle, editado por Norma, se ha convertido en mi shonen de este año por méritos propios y Hajime Komoto tiene en sus manos una auténtica bomba de humor y acción. No sé cuánto durará esto, pero si sigue a este nivel, por favor, que no se acabe nunca.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *