Reseña: Star Wars Los últimos Jedi (tomo recopilatorio)

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Es difícil predecir si en el futuro las generaciones venideras verán a Los Últimos Jedi como un capítulo en la saga que significó una ruptura sin precedentes, provocando un desarraigo con la trilogía original de Lucas, o si podrá verse como el director Rian Johnson ha pretendido, una entrega que abra Star Wars a un nuevo futuro sin estar atado al lastre del pasado (para bien o para mal). Lo que está claro es que la película provocó una disparidad de opiniones muy clara entre el fandom, fruto de los tiempos modernos, donde las opiniones mayoritarias eran de ser una de las mejores entregas de siempre o bien que la película había sido un desastre absoluto.

Ahora nos ha llegado la adaptación al cómic, que de la mano de Planeta Cómic tenemos en un tomo único perfecto para disfrutar del tirón. Y puedo decir con toda rotundidad que el cómic sí que ha sido un éxito en la función que tiene este tipo de publicaciones, la de confirmar sensaciones y asentar ideas planteadas por el producto original. En este sentido era importante tener un guionista a la altura y aquí Marvel ha estado fina, ya que ha elegido a alguien digamos “de la casa”, el mismísimo Gary Whitta, autor del primer borrador de la historia de Rogue One y responsable de mucho de lo bueno que tuvo aquel spin-off. No queda claro si Disney acabó satisfecha con el trabajo de Whitta porque este se reforzó con las aportaciones de John Knoll, autor de varias de las escenas memorables de la cinta, mientras que el guión corrió a cargo de Chris Weitz y Tony Gilroy.

Pero lo cierto es que Whitta plasmó en Rogue One un espíritu que comparte Los Últimos Jedi, y es el de llevar Star Wars mucho más lejos con historias frescas y nuevos personajes que asuman el peso de la trama. Es cierto que en el caso de este cómic, el trabajo de base ya está hecho gracias al guión de Rian Johnson, quien también dirigió la película y pudo proponer su visión personal del segundo episodio de la trilogía de secuelas de Star Wars, pero el trabajo de guión de esta adaptación es vital para eliminar rebabas, centrar el foco en las tramas que importan y sobre todo reforzar las ideas principales que a pesar de llegar en el octavo episodio de esta franquicia, se postulan como los cimientos de la Star Wars que deben disfrutar las generaciones venideras.

En el cómic tenemos escenas nuevas, como por ejemplo al principio del mismo donde se nos muestran los pensamientos de Luke al saber que han dado con él, una secuencia que enmarcaríamos temporalmente en El Despertar de la Fuerza y que ayuda a crear una visión más clara del Luke Skywalker que nos encontramos aquí. Y lo bueno es que el guión de Whitta ayuda a perfilar al personaje de Luke, criticado ferozmente por legiones de fans que esperaban ver a un personaje ultrapoderoso en el uso de la Fuerza y que pudiera asestar el mazazo definitivo a La Primera Orden. En la película se vieron escenas de Luke muy desconcertantes, como cuando ordeña al trasunto de vaca marina alienígena para echar un trago de leche. Aquí se omite acertadamente y sin embargo no se diluye ese efecto de Luke ermitaño que intentan trasmitir.

Es importante siempre tener algunos aportes originales frente a la película y aquí tenemos alguno de bastante relevancia. Uno de los que he disfrutado es la pequeña despedida del almirante Ackbar, una figura muy querida por el fan (y no solo por su meme) durante décadas ya que estuvo presente en la trilogía original. Pero la mayor parte de estos cambios llegan por el lado de líneas de diálogo que se introducen para aclarar conceptos y reforzar mensajes. De ese modo, a pesar de ser un tomo que resume las escenas de la película, va al grano en las ideas principales y no deja sin respuesta las preguntas típicas de ¿Por qué Luke actúa así? ¿Cómo es posible que hayan matado al líder Snoke en la segunda película? No obstante, tener un guión tan preclaro supone un arma de doble filo y es que alguna trama que carecía de sentido e interés en la película, como lo historia de Finn y Rose en el casino de Canto Bight, queda más en evidencia.

En cuanto al arte del cómic contamos con Michael Walsh, dibujando para Marvel en Star Wars y Hawkeye y como artista encargado del color a Mike Spicer. Walsh tiene un dibujo basto y poco detallado, pero sus trazos menos limpios casan muy bien con el alma de Los Últimos Jedi, si bien es cierto que el cómic no pretende marcar ningún listón con el apartado artístico. No obstante tenemos varias páginas de altura, como la escena de lucha en la sala del trono, con un uso del color magnífico. Y en el tramo final disfrutaremos de una splash page de Luke frente a la primera orden en Crait que me dejó 5 minutos deleitándome con ella.

Este cómic no pretende hacerte cambiar de opinión si por ejemplo eres de los que no disfrutó con esta versión de Luke, o Kylo Ren te sigue pareciendo un Vader descafeinado. Pero lo que sí consigue es recordar por qué Ben Solo es uno de los grandes villanos de la franquicia y Snoke ha tenido ese final, o por qué nuestro amado maestro Jedi ha terminado siendo tan poderoso como intuíamos y a su manera ha mostrado el uso más brutal de la Fuerza que se ha visto nunca, o por qué hay una vida más que interesante más allá de la dinastía Skywalker. Me permito una última reflexión personal y subjetiva y es que yo sí espero que dentro de unas décadas los lectores volvamos a este tomo para rememorar por qué el episodio VIII fue tan impactante, transgresor y fabuloso.

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