Reseña: Patos, dos años en las arenas petrolíferas (Kate Beaton)

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Para ser completamente sincero, cuando por fin cayó el ejemplar de Patos – Dos años en las arenas petrolíferas en mis manos todavía no tenía claro qué me iba a encontrar. Había leído alguna reseña en inglés de cuando se publicó originalmente (Drawn & Quarterly, 2022) y empezó a cosechar menciones y premios allá por donde pasaba, pero ni aún así tenía claro de qué iba esta novela gráfica.

Sabía que era una historia autobiográfica en la que su autora, Kate Beaton, nos contaba su experiencia dejando su hogar en la laboralmente deprimida Cabo Breton (Nueva Escocia, Canadá) para pasar dos años trabajando en las arenas petrolíferas de Alberta y poder pagar así la deuda que contrajo durante su educación universitaria. La verdad es que así, de primeras, no sonaba demasiado atractivo… pero algo tenía que tener para haber cautivado a todo el que lo había leído.

Y, efectivamente, lo tiene. No me atrevería a decir si es la honestidad que respira cada página, su enfoque directo y cercano, lo ágil de su narración, su temática y conciencia social, su humor socarrón y negro por momentos, la manera en la que habla de grandes problemas desde la sencillez más absoluta, o su estilo artístico… o a lo mejor es todo lo anterior a la vez bailando en un equilibrio perfecto lo que hace que el libro te atrape prácticamente desde la primera página y no te suelte a lo largo los dos años y más de cuatrocientas páginas que la autora canadiense nos presenta.

Muchas veces, en cómic, el cine o en otros medios, se ha tratado de presentar Canadá como ese vecino noble y civilizado que recogía simultáneamente las bondades de Europa y Estados Unidos. Un país progresista, educado, respetuoso con el medio ambiente, socialmente avanzado y un poquito pedante que ya había dejado atrás los comportamientos más rancios de nuestra sociedad. Y puede ser que esa imagen sea cierta… pero también es cierto que si se dan las condiciones adecuadas, no tarda en salir lo peor de nosotros mismos. Y es que, ¿cómo nos comportaríamos en un campamento en mitad de la nada, con temperaturas bajo cero, sin demasiadas posibilidades para el ocio y con un trabajo exigente y agotador para una gran corporación para la que no somos más que peones insignificantes? Es más… ¿cómo lo viviríamos si fuésemos una mujer joven y estuviésemos rodeada de hombres en una proporción de 50 a uno? ¿Cómo se comportarían esos hombres con ella?

Sin embargo, lo más aterrador no está en el relato sino en uno mismo. Me considero una buena persona pero, tras leer Patos no puedo evitar preguntarme cuál hubiese sido mi comportamiento. La historia sucede en Canadá, pero lo cierto es que hubiese podido suceder en cualquier lugar del mundo. El libro nos muestra conductas machistas normalizadas, donde el acoso sexual forma parte del día a día y línea de la agresión y la violación se cruza con demasiada naturalidad en un entorno de profunda indefensión en la que la víctima es (auto)silenciada por una maquinaria que no puede detenerse.

La propia autora es la primera víctima en esta historia, pero no es la única. El relato llega a empatizar con los agresores, personas normales completamente superadas por unas circunstancias de las que no son dueñas y que tratan de sobrevivir en un caldo de cultivo capaz de generar monstruos. Agresores que a su vez son víctimas de las grandes corporaciones y del capitalismo salvaje. Insignificantes daños colaterales en un juego de poder en el que ni las personas ni el medio ambiente tienen ningún valor. Patos, dos años en las arenas petrolíferas puede ser la historia de Kate Beaton, pero también es un reflejo de una sociedad globalizada cada vez más deshumanizada.

La encargada de traer esta obra a nuestras librerías es Norma Editorial, a través de una cuidadísima edición en tapa dura con una llamativa cubierta amarilla grabada en azul metalizado y una sobrecubierta rugosa que ofrece una extraña, pero muy agradable, sensación al tacto. Aunque el volumen no incluye extras, sí que contiene un desgarrador epílogo a cargo de la propia Kate Beaton en el que reflexiona sobre aquellos años y denuncia con la voz que le da este cómic todo lo que en su día no pudo denunciar.

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