Reseña: Los sacrificadores vol. 1 (Rick Remender, Max Fiumara)

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Ninguno de nosotros amo hasta que vosotros nos amasteis

Ninguno aprendió hasta que nos enseñasteis

Ninguno sonrió hasta que reísteis

Ninguno creció hasta que nos alimentasteis

Ninguno conoció la caridad hasta que vuestra luz nos guió

Grandes padres y madres, a través de vuestra gracia divina tan solo conocemos la armonía, la paz y el amor

No hay mal que nos amenace, no hay tentación que nos atraiga, no hay plaga que nos abata

Aceptad nuestra gratitud, obediencia y humilde sacrificio

Que ofrecemos gustosos como agradecimiento por nuestro mundo perfecto

Una plegaria es mucho más que una expresión de devoción o agradecimiento. Todas las plegarias encierran una manera de ver e interpretar el mundo que nos rodea y de aceptar, a menudo ciegamente, que nuestro destino no está completamente en nuestras manos sino que depende de los caprichos de una entidad superior.

El cómic arranca con una plegaria a los dioses, con el agradecimiento en torno a una mesa de una familia de palomas antropomórficas por poder disfrutar de una vida dichosa en un mundo sin conflictos. Pero en esta historia, como en la vida misma, nada es lo que parece: en el granero, al lado de la casa familiar, uno de los hijos se prepara para un inminente viaje.

No tardaremos en conocer a los dioses: Altivos, caprichosos y acomodados, preocupados por nada más que por sí mismos. Titánicos, sin duda poderosos, pero con evidentes signos de decadencia y agotamiento. Unos dioses que, ajenos al mundo bajo sus pies, únicamente parecen interesados en el inminente festival de la cosecha.

Los sacrificadores se sitúa en el espacio entre esa familia alrededor de la mesa y los dioses a los que se dirigen en sus plegarias; en el destino de ese hijo que espera a que vengan a recogerlo para emprender su viaje y en el de una joven diosa que no termina de encontrar su sitio. Pero sobre todo, Los sacrificadores se sitúa en el cruel equilibrio del que pende ese mundo perfecto. Una perfección que se rompe ya en las primeras páginas, en cuanto unos siniestros personajes aparecen en escena para ponerle unos grilletes y llevarse, encadenado, al joven paloma, junto con otros jóvenes de otras regiones del mundo, hacia un destino desconocido.

No diré más sobre una historia que nos va a golpear con crueldad una y otra vez. Nos va a golpear cuando no lo esperemos pero también, y con un efecto mucho más devastador, cuando lo estemos anticipando y creamos estar preparados para lo que viene. En este sentido, un (casi) siempre notable Rick Remender nos trae el que posiblemente sea su mejor trabajo hasta la fecha. Una obra cuyo punto de partida recuerda parcialmente a aquel Los que se alejan de Omelas de Ursula K. LeGuin, pero que rápidamente alcanza una entidad propia a través de la construcción de un mundo rico, profundo y cruel y de unos personajes multidimensionales y complejos que nunca sabemos cómo van a responder ante las situaciones a las que se irán enfrentando. 

Pero un cómic excelente no se consigue únicamente con un buen guión. Hace falta un dibujo como el del artista argentino Max Fiumara para dar vida a ese mundo tan rico y a todas las razas que lo pueblan, a criaturas como a la paloma antropomórfica protagonista o a la fogosa Soluna, a lugares paradisíacos y a desmembramientos regados de sangre… un torbellino de exuberancia artística potenciado por el color de Dave McCaig.

Este primer volumen de Los sacrificadores, que acaba de estrenarse en España de la mano de Norma Editorial, recoge los 6 primeros números de la serie publicada originalmente bajo el sello de Image Comics en una edición de 192 páginas en rústica. Se incluye también una generosa galería de más de 30 páginas de extras, con portadas originales y alternativas incluyendo firmas tan destacadas como Mike Mignola o J. H. Williams III, bocetos y tintas de Max Fiumara así como unas pequeñas biografías de los autores.

Nadie amó hasta que nosotros los amamos

Ninguno aprendió hasta que los enseñamos

Ninguno creció hasta que los alimentamos

Ninguno conoció la caridad hasta que nuestra luz los guió

Grandes señores y señoras, a través de nuestra gracia divina ellos tan solo conocen la armonía, la paz y el amor

Ningún mal los amenaza, ninguna tentación los atrae, ninguna plaga los abate

Tienen todo lo que necesitan. Nada más, nada menos, solo lo suficiente

Y a cambio pedimos tan solo gratitud, obediencia y un humilde sacrificio

Ofrecido gustosamente como agradecimiento por vivir en un mundo perfecto

Decíamos más arriba que nada es lo que parece. Miradas distintas desde otros puntos de vista nos otorgan una visión inesperada de la realidad, menos maniquea y mucho más abierta. Tan abierta como el impactante final de este primer volumen de Los sacrificadores, que inevitablemente nos va a dejar contando los minutos hasta la siguiente entrega

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