Reseña: De ámbar y de fuego (Agnès Domergue y Hélène Canac)

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Hay cómics que entran por los ojos y te dejan absolutamente anonadado. Estoy seguro que os ha pasado alguna vez, o varias, que al ver una portada no os habéis podido resistir y os habéis lanzado de cabeza a aquella obra. Sin saber nada, desconociendo el argumento y quién lo ha hecho. Y más aún, en mi caso, si tiene una inspiración oriental o, más concretamente, japonesa. En mi caso,Es el caso de De ámbar y de fuego, la obra guionizada por Agnès Domergue y dibujada por Hélène Canac, quienes ya habían publicado, anteriormente, Entre la nieve y el lobo, otra preciosa obra, ambas editadas dentro del sello Kodomo, es decir, para un público infantil.

Y, como en la anterior obra, la estación, en este caso el otoño, toma un protagonismo esencial a la hora de marcar el tono visual (preciosos colores rojos, naranja y marrón, omnipresentes a lo largo de la obra) y el ritmo: pausado, calmado y muy nostálgico. Y, como en el anterior, la poesía es un elemento central y que conecta perfectamente con el público infantil: los versos que se van hilvanando a lo largo del argumento (y que encontramos recopilado al final) componen las notas de una canción imperecedera que enmarca los actos de la protagonista, dotando al texto de una fuerza y preciosismo de otra manera inalcanzable. Todo ello envuelto de una historia sencilla, pero no por ello menos efectiva: Kitsune es la última superviviente de su pueblo, después de que el Rey del Otoño ordenara exterminarlos. Amaterasu le otorgará un pequeño regalo, un ámbar que es codiciado por los onibi, unos espíritus malignos que le propondrán un pacto tras robarlo: recuperarlo a cambio del corazón de un niño puro. Cuando Kitsune secuestre al hijo del Rey, deberá decidir qué es más importante para ella y qué quiere ser.

Como ya ocurría en Entre la nieve y el lobo, la protección de la naturaleza es uno de los puntos centrales de la obra: en este caso, envuelto por la mitología japonesa y los yokai, en una reinterpretación de los kitsune tan particular como preciosa. Lo cierto es que esta inspiración oriental le sienta fenomenal a la obra de Domergue y Canac, apropiándose de una mitología que hoy en día es muy reconocida y valorada y dándole un nuevo valor. Y no sólo por el poder de su historia, sino por su apartado artístico: un dibujo excelente, con unas composiciones que bien pudieran ser cuadros y que más de uno gustaría de tener como póster en su casa. Tanto los fondos como los personajes están tratados con un mimo y una pasión que elevan a la obra a un nivel excelso y de una belleza muy particular.

Sí, De ámbar y de fuego es una obra recomendada para niños y niñas pero que estoy seguro que los adultos también disfrutarán enormemente, como ha sido mi caso. Una obra con un potente mensaje naturalista y humano complementado por un apartado visual que te deja sin palabras. Una obra que vais a gozar en familia.

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