Sabéis esas películas en las que entras al cine pasan dos horas ( y mucho) y cuando terminan…no has entendido nada. Con peonzas girando que no sabes si caen o no, que el protagonista estaba loco y todo sucedía en su cabeza, que como todo lo que ocurría iba al revés resulta que al final todo estaba planeado desde el principio, que la familia entera estaba muerta o peor eran clones, o no… vamos que te quedas como, “Espera, ¿Qué ha pasado?”. Y lo único que te ha quedado claro es que ahora tienes 7,50 euros menos en el bolsillo. Esto es más o menos “Cadáveres”.

Cadáveres de Si Spenser me ha dejado con esa sensación. Pero no me malinterpretes, tras leerlo, me lo compraría de nuevo sin dudarlo. La premisa es tan potente, el viaje es tan apasionante y la puesta en escena es tan impecable que al igual que me pasó con Tenet, pese a no saber muy bien lo que había visto, volví al día siguiente a volver a verla…con idéntico resultado claro. Porque la obra de Si Spenser, y sus dibujantes, tiene esos mismos ingredientes para que la experiencia tenga el mismo lisérgico resultado. Cuatro misteriosos asesinatos suceden en Londres de manera idéntica en cuatro momentos distintos de la historia. Cuatro detectives distintos se han de enfrentar ha este misterioso asesinato usando las herramientas que cada uno de ellos tiene en su marco temporal y enfrentarse a la distinta idiosincrasia que la época que le ha tocado vivir. Por un lado estará Edmond Hillinghead es un brillante detective de la década de 1890 que intenta resolver un crimen que a nadie le importa mientras oculta su homosexualidad en una época donde era perseguida. Por otra parte Karl Whiteman es un detective de la policía de dudosa talla moral que regenta una red de chanchullos en la Londres de la segunda guerra mundial. En lo que sería algo así como nuestro presente tenemos a la subinspectora Shahara Hasan, una mujer musulmana que ha de luchar no solo contra el crimen si no también contra los prejuicios religiosos en una Inglaterra ultra conservadora y por último tenemos a Maplewood, una joven que, al igual que el resto del planeta, sufre una profunda amnesia en un 2050 tecno-apocalíptico. Todos deben de enfrentarse al mismo delito pero con puntos de vista socioculturales totalmente distintos. Esta combinación de argumentos, de situaciones y personajes engancha de una manera insólita y créeme cuando te digo que no podrás dejar de leerlo.

Pero no todo puede ser bonito en esta vida y el cómic tiene sus “cositas”. La resolución de las tramas no está, a mi entender, bien resuelta. No sabes muy bien ni el porqué, ni tampoco el quién, y al final te deja con más preguntas que respuestas y es cierto que este tipo de finales gustan a mucha gente pero yo, desafortunadamente, no me encuentro entre ellos. Además mientras unas historias como la de Edmond Hillinghead o la de Shahara Hasan son muy interesantes la de Maplewood me ha terminado resultando pesada y en ocasiones confusa. La parte artística es donde “Cadáveres” brilla en todo momento, el trabajo de Dean Ormston, Phil Winslade, Tula Lotay, Megan Hetrick es espectacular y aunque todos ellos tienen un estilo bastante distinto mantienen sus egos a raya para adaptarse todos al estilo que pide la obra y el cómic tienen un único diseño visual. Una gozada se mire por donde se mire.

ECC reedita por segunda vez este clásico moderno de Vértigo aprovechando el rebufo de la serie que Netflix ha estrenado hace bien poquito. Tapa dura, portadas alternativas y papel de gran gramaje acompañan a una historia que te garantizo no te dejará indiferente y que bien merece los 30 pavetes que piden por él.

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