Reseña: Hajime no Ippo, vol. 2 (Joji Morikawa)
Me sucede, más o menos, como a mi compañero Julio: a mí el boxeo me parece una brutalidad. Es decir, dos tipos que se pelean a puñetazo limpio (con guantes, vale) para ver quién noquea al otro antes, no sé, me parece un tanto animal. Poco civilizado, vaya. Y mira tú por dónde, me leo Hajime no Ippo y casi que me da por apuntarme a un gimnasio de boxeo aunque sea sólo para darle a un saco. Y mirad que sé que no duraría ni un segundo en esto, pero es tanta la pasión y la épica que desprende Morikawa en su manga que me es imposible no contagiarme de ella.
Hajime no Ippo lleva escribiéndose desde hace 34 años, casi nada, y lo cierto es que no ha envejecido ni un ápice: es absolutamente flipante lo que el mangaka ha conseguido en este spokon que, ciertamente, sigue al pie de la letra todas las reglas del género pero lo convierte en algo muy especial gracias a sus personajes (tanto protagonistas como rivales son inolvidables), sus combates y su, nada disimulada, intención didáctica. En cada combate el protagonista aprende algo, pero nosotros también, y es ese compartir progreso junto con Ippo Makunouchi lo que hace que vivamos el viaje como algo propio, algo que nos está pasando a nosotros. Creedme, no sabía nada de boxeo, más allá de lo que algunos clásicos del cine nos ha mostrado, pero ahora creo vislumbrar cuál es la fascinación que sienten los boxeadores y sus seguidores. Y esto es algo que jamás hubiera creído posible.
El anterior volumen nos dejó con Ippo consiguiendo el título para ser boxeador profesional y en este nuevo tomo (que agrupa los capítulo 16 al 33), nos lleva a vivir en nuestras carnes los primero combates profesionales del protagonista contra Yûsuke Oda y Yoshio Fujiwara: dos combates, como es habitual, absolutamente épicos que más de una vez nos van a hacer levantarnos del asiento. Y esto es simplemente la antelasa para lo que se nos viene encima: comienza el viaje para ser el Campeón del Torneo de Nuevas Promesas contra uno de los contrincantes más duros que Ippo ha tenido hasta la fecha. Jason Ozuma va a ser un hueso duro de roer y el final de este tomo nos va a dejar con un cliffhanger de manual.
Morikawa tiene un don a la hora de narrar y dibujar los combates, para hacernos sentir los golpes en nuestras carnes. Pero no sólo la vertiente física está perfectamente trazada: la psicología de los personajes está tan bien perfilada que vamos a vivir una auténtica montaña rusa de la que no vamos a querer bajarnos. El dibujo vibra, parece estar vivo, parece estar animado: a veces vamos a creer que estamos viendo un anime y no leyendo un manga. Hajime no Ippo tiene una fuerza plástica arrolladora, un desarrollo de personajes delicioso y un amor por lo que está retratando (el mundo del boxeo) que dan ganas de, una vez acabado el tomo, ir a apuntarnos a un gimnasio. No sé si será el mejor spokon, pero desde luego sí que está entre los tres primeros: ahora que tenemos la suerte de poder disfrutarlo en esta edición de Planeta Cómic es el momento de lanzarnos a por él y devorarlo.
Podcaster en Reserva de Maná, apasionado de la literatura, los videojuegos, la cultura japonesa y mi gato Humphrey. El tanque de Molins de Rey.