Reseña: El grito del pueblo (Jacques Tardi, Jean Vautrin)

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Uno de los tebeos que más llegué a releer durante mi infancia fue El misterio de los candelabros, una adaptación Disney – más amable y menos trágica – de la célebre novela Los miserables publicada en un Hiper Disney (Don Miki vitaminado, con más páginas). En aquel momento yo no conocía la novela de Victor Hugo ni la tumultuosa historia de la Francia del S. XIX, ni siquiera era consciente de que aquella historia que tanto me fascinaba estaba escrita y dibujada por el maestro italiano Giovan Battista Carpi. Realmente, todo aquello me daba igual y simplemente me dejaba arrastrar por las aventuras de aquel Jean Valjean encarnado por el tío Gilito.

Y es que, por alguna razón, mientras leía El grito del pueblo, la novela gráfica de Jacques Tardi que adapta la obra de Jean Vautrin del mismo título, no podía dejar de pensar en aquella otra lectura infantil y en el tremendo contraste entre ambas. Dos comics que, aunque tienen elementos comunes, como la cercanía histórica, el ambiente revolucionario o el conflicto entre sus protagonistas (Valjean contra Javert en una y Tarpagnan contra Bassicoussé en la otra), no pueden encontrarse más alejadas en cuanto a su tono narrativo y artístico. Tan cerca y, a la vez, tan lejos…

El grito del pueblo nos narra, de una manera intensa y comprometida, la historia (o tal vez debería decir, una historia) de La Comuna de 1871 en París, el primer gobierno obrero del mundo que, aunque apenas duró 72 días, dejó una huella permanente y profunda en la historia bajo su consigna ¡Libertad o muerte!. Las más de 200 páginas del cómic recorren de forma minuciosa los hechos ocurridos entre el 17 de marzo, víspera de la revuelta, y el 28 de mayo de 1871, con la caída de la Comuna ante la artillería del gobierno de Thiers tras la implacable represión que supuso la Semana Sangrienta.

Sin embargo, aunque recoge e incluye un buen número de personajes reales, la obra no quiere centrarse tanto en los acontecimientos históricos sino, como su propio título indica, en el pueblo. A través de personajes como los ya citados Tarpagnan o Bassicoussé, la cabaretera Caf’ Conc’ o el expresidiario Grondin, asistimos a una historia popular con sus alegrías, sus excesos, sus pasiones y sus penas en un momento en el que todavía se podía creer en quimeras como la justicia social o la fraternidad de los hombres.

Todo el cómic, al igual que la novela en la que se basa, está impregnado de una fuerte carga política y social. Y no precisamente desde la distancia, sino desde la parcialidad y la pasión de esa militancia revolucionaria y libertaria que tanto Vautrin como Tardi abrazan. Y es que, en palabras del propio Vautrin: “hemos querido celebrar su antiautoritarismo, antimilitarismo, anticlericalismo y anticapitalismo, su sentido de la solidaridad fraterna y su aspiración a la relación del individuo”.

Posiblemente, nadie mejor que el veterano Jacques Tardi (Las aventuras extraordinarias de Adèle Blanc-Sec, ¡Puta guerra!, Nestor Burma, La guerra de las trincheras…), que se encarga tanto de la adaptación – totalmente fiel – como del dibujo, para plasmar todo este espíritu revolucionario y toda la crudeza de la represión. Y lo hace mediante un vibrante y detalladísimo dibujo en blanco y negro que respira vida a través de unas ilustraciones que nos trasladan a unas calles reconocibles gracias a sus trabajadísimos fondos en las que unos personajes bien definidos, tridimensionales, tratan de seguir adelante, con un fe inquebrantable, en su lucha. Merece la pena destacar las abundantes escenas con multitudes, todo un reto del que Tardi sale más que airoso.

El grito del pueblo se publicó originalmente en 4 álbumes (Los cañones del 18 de marzo, La esperanza asesinada, Las horas sangrientas y El testamento de las ruinas) entre 2001 y 2004 que han sido reunidos ahora en una nueva edición integral de la mano de Norma Editorial en una lujosa edición de 212 páginas en tapa dura y gran formato que incluye un prólogo y un epílogo a cargo de Jean Vautrin como extras y que sin duda harán las delicias de cualquier coleccionista o de quienes, como yo, se enamoraron de la revolución y de la Francia de Victor Hugo leyendo tebeos en su infancia…

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