Reseña: Inmersión (Joe Hill y Stuart Immonen)
Es innegable que cuando uno empieza a hojear Inmersión, la obra de Joe Hill y Stuart Immonen, le viene a la mente, rápidamente, La cosa, la obra maestra de John Carpenter. Y, no vamos a engañarnos, hay mucho de esa maravillosa película (el miedo al otro, a lo desconocido), pero también hay mucho de Joe Hill (esa atracción por el terror atávico): con ello quiero decir que Hill no ha querido atajar a lo directo y realizar una nueva interpretación del filme de Carpenter, sino que hay enriquecido con una cosecha propia este delicioso homenaje.
Inmersión nos sumerge (ya me disculparán la «broma») en las heladas aguas del círculo polar ártico, donde el Derleth, un buque de perforación, despareció allá por el lejano 1983 sin dejar el más mínimo rastro. Muchos años después, extrañamente, comienza a emitir una señal de socorro a la que, por supuesto, acudirán los protagonistas del cómic: los hermanos Carpenter (!) y su tripulación. Allí se reencontrarán con una tripulación a la que todo el mundo daba por muerta, pero… algo extraño les ha pasado en los ojos… y en su comportamiento.
Con esta premisa tan reconocible como sugerente Joe Hill nos obsequia con una historia pavorosa no sólo por la presencia de un ser que podría pertenecer al panteón de los dioses de Lovecraft, sino por la utilización de esos gélidos escenarios como espacio infernal. Gracias a esa conjugación magistral entre lo explícito y lo sugerido (tan presente en su obra magna Locke & Key) consigue recrear un terror tan físico como etéreo: algo que podemos palpar pero apenas comprender. Una conjugación que consigue plasmar perfectamente el dibujo de Stuart Immonen: visceral, repulsivo, pero absolutamente absorbente.
Así pues, este tomo único editado por ECC dentro del sello «DC Black Label» contiene todos los ingredientes para aderezar una tarde de terror: un poquito de Carpenter, otro de Lovecraft aderezado con el ingenio y el sello de Joe Hill. No sé a vosotros, pero a mí no hay plan que me parezca mejor.
Podcaster en Reserva de Maná, apasionado de la literatura, los videojuegos, la cultura japonesa y mi gato Humphrey. El tanque de Molins de Rey.
