Reseña: Estudio en Esmeralda (Neil Gaiman)

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Pan con mantequilla, whisky con hielo, nocilla con chorizo. Hay cosas que simplemente parecen haber sido creadas para ser disfrutadas juntas. Es por eso que el relato original de Estudio en Esmeralda que Gaiman escribió hace casi dos décadas parecía una unión absolutamente destinada a ocurrir. Colocar al detective más famoso de la historia dentro de la estimulante y desquiciada mitología creada por Lovecraft era algo que tenía que ocurrir. 

Obviamente, no es tan sencillo como echar todos los ingredientes en la cacerola y mezclarlos hasta que salga lo que buscamos. Hace falta tino y talento, que es lo que sin duda encontramos en este tebeo escrito por el propio Gaiman, con la ayuda de Rafael Scavone. Escribir a Sherlock Holmes es algo enormemente complicado. No sólo debes entender y saber simular el tren de pensamiento de una de las mentes más brillantes de la literatura, si no que además tienes que plantear un misterio a primera vista irresoluble que una vez desentrañado sea medianamente evidente. Pero es que además aquí lo están mezclando con uno de los espacios de terror y fantasía más abstractos y complicados de plasmar, ya que las ensoñaciones del loco de Providence se basan en conceptos como la locura y el miedo a lo desconocido. Las famosas arquitecturas no euclidianas, vaya. 

Y afortunadamente aquí los guionistas no nos fallan. Estudio en Esmeralda nos presenta una historia que desde el primer momento nos muestra su parte sobrenatural, pero en ningún momento este aspecto se sobrepone al elemento detectivesco. De hecho muchos fans de Cthulu y compañía van a echar de menos más momentos de congoja y acojone. Pero afortunadamente a cambio tenemos una serie de pesquisas realmente interesantes bañadas en mal rollo y los perturbados recuerdos de guerra de Watson. La historia original consta de apenas 9 páginas, y este tebeo avanza a la misma velocidad, con un ritmo ágil y muy constante, que de hecho provoca que una vez hemos devorado la aventura del detective de Baker Street, nos quedemos con ganas de más.

Y para poner todo esto en imágenes tenemos el superlativo dibujo de Rafael Albuquerque, que si bien no tiene mucho espacio para regalarnos espectaculares splash pages ni secuencias de acción tremendas, pero sí algunas composiciones excelentes, y un estilo impecable. El color de Dave Stewart da profundidad y volumen dando lugar a un tebeo que entra por los ojos, y de qué manera.

En el lado de la edición, Planeta nos trae un volumen en tapa dura con un centenar de páginas de buen gramaje que incluye una sección al final dedicada a bocetos de Albuquerque. Discreta y sencilla pero efectiva, y con un precio muy ajustado para un tebeo que hará las delicias de los fans de Gaiman y del amigo Sherlock, pero que quizá deje con algo de ganas a los seguidores de Lovecraft.

 

 

 

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