Pocas obras me han impactado tanto como El Fuego, de David Rubín, que nos ha llegado de la mano de la editorial Astiberri. Un cómic por cierto que me ha recordado bastante a una película que no me gusta nada, como es Melancolía de Lars von Trier. De la que sí me gusta ese concepto de saber que el mundo se va a la mierda sí o sí, y ver cómo se comporta la gente en esas circunstancias. Porque de esto (entre otras cosas), es de lo que va El fuego.

El protagonista de esta historia es Alexander Yorba, un arquitecto capaz de sacar de la pobreza a países gracias a sus construcciones, amén de un montón de genialidades que le han llevado a ser el máximo responsable de construir la súper nave con base en la luna que salvará a parte de la humanidad del inminente e inevitable asteroide que se aproxima. Tan sólo quedan unos meses para que esto suceda, curiosamente los mismos que al propio Alexander le quedan de vida, debido al cáncer que le acaban de diagnosticar, también inevitable. A partir de aquí, su vida dará un giro inesperado que le hará caer en una espiral autodestructiva, en la que no sólo tenemos sexo, drogas y rock and roll, si no también una parte muy humana que es la del perdón, la redención y la de estar en paz con uno mismo de cara al final de nuestros días, que es lo que nos gustaría a todos los seres humanos, imperfectos como Alexander.

Todo esto aderezado con un mundo que David Rubín ha sabido construir con maestría y elegancia, en el que se nos muestra un futuro no tan lejano, y no tan distópico, con algunas excentricidades que me han sacado una sonrisa (lo del bar), y otras cosas que me han horrorizado, en el sentido de causarme miedo de los reales que pueden llegar a ser… El dibujo marca de la casa, del propio David, roza unos niveles altísimos, con mucho detalle, mucha crudeza y mucha suciedad que describen a la perfección tanto el estado anímico de Alexander, como la mierda en la que se ha convertido este planeta al que tan poco le queda, pero por el que todavía vale la pena luchar.

Sin lugar a dudas un tebeazo que no se me caen los anillos al suelo para catalogarlo como obra maestra. Gracias David, y gracias a Astiberri por traernos esta edición en cartoné, que cuenta con 256 a todo color, que te lees en un suspiro porque una vez que lo enganchas, no lo sueltas. Si podéis, haceros con él porque no os vais a arrepentir.

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