Reseña: La Canción de Apolo – Osamu Tezuka
Podemos decir sin temor a ofender a nadie, eso a día de hoy es todo un lujo, que el amor es un sentimiento universal. Es algo que puede experimentar cualquier persona independientemente de su etnia o credo. Pero aunque este sentimiento es igual, en su descripción y significado, en cualquier parte del planeta, la manera de vivirlo si que puede llegar a ser diferente dependiendo de los distintos valores culturales. Mientras que en la cultura occidental el amor es un sentimiento más ajustado a la tradición judeo cristiana donde todo se enfoca a la creación y mantenimiento de un nuevo núcleo familiar, en las culturas más orientales el amor se siente de manera distinta. En una cultura como la japonesa, donde el respeto y el honor son valores que se anteponen ante todo lo demás, el amor es algo que se demuestra y no algo que se diga. De ahí que un japones rara vez exprese este sentimiento en su día a día ya que el afecto se transmite mediante los actos cotidianos y cuya máxima expresión romántica, lejos del sentimentalismo europeo, es la unión sexual y a ser posible que esta unión sea heterosexual que los japoneses son muy suyos y eso de la homosexualidad lo llevan regular.
Osamu Tezuka, máximo representante del manga, usa está extraña manera de entender el amor, como si de un sacrificio se tratara, para que sea el eje de argumental de La Canción de Apolo. Una novela gráfica que nos cuenta como Shogo Chikaishi, hijo no deseado de una señorita de compañía, ha desarrollado un odio visceral a cualquier relación afectiva que ha derivado a un comportamiento violento. Tras varios incidentes no ha quedado más remedio que internar al joven Shogo en un hospital psiquiátrico para tratar este trastorno afectivo con las técnicas médicas más modernas como electroshocks, hipnosis o farmacología. Estos “métodos”, modernos para 1970, producen en Shogo un extraño viaje que le hará entrar en contacto con una extraña entidad que tomará forma de la diosa Atenea y que lo guiará a través del tiempo y el espacio para vivir varias experiencias que le descubran el significado verdadero del amor y con ello romper con su traumática infancia y salir de la espiral de violencia que esta engullendo su vida. Osamu Tezuka crea una extraña novela juvenil donde intenta describir el viaje de emocional de un joven para descubrir los sacrificios que se han de hacer para alcanzar el amor verdadero. Según el mismo autor en el epilogo de la obra, esta novela hay que entenderla en un contexto social bastante revuelto en el Japón de finales de los años 60. La apertura sexual que se estaba llevando a cabo en la sociedad nipona a través de los mangas, en concreto de los shonen cuyo máximo exponente fue “Escuela Indecente”, fue toda una revolución para los estudiantes de bachillerato y universidad que estaban acostumbrados a una sociedad en exceso decorosa y que supuso para toda una generación de lectores su despertar sexual. El autor intenta mediante esta novela encauzar esa ferviente sexualidad hacia un camino más “romántico” y como expresión máxima del amor.
El dibujo del manga, al igual que las ideas que maneja el argumento, son hijos de su tiempo y como tal hay que leerlo en el contexto de unos años y una sociedad totalmente influida por la cultura americana. Personajes con grandes ojos, diseños con rasgos occidentales, animalización de los personajes negativos son algunos de los tics heredados por la influencia de creadores como Walt Disney que marcaron de manera absoluta el estilo de los jóvenes dibujantes del Japón de postguerra como Osamu Tezuka. Un estilo de dibujo que a día de hoy se nos antoja infantil pero que sigue conservando la fuerza con la que Tezuka lo dibujo en 1970.
Planeta Comic nos trae esta novela grafica en una edición de lujo a la altura de uno de los grandes clásicos de la narrativa japonesa que encima es uno de los títulos más peculiares del dios del manga Osamu Tezuka.
De tanto jugar a videojuegos he terminado escribiendo de ellos en @noespais, hablando de ellos en @reservademana y dirigiendo y presentando La Pistacheria