Reseña: Santuario Vol 1 (Fumimura / Ikegami)

Santuario de Sho Fumimura ha sido un comic que ha llegado a mis manos de forma inesperada. En su día mi compañero Agus, en su infinita sabiduría, me lo recomendó y yo me lo pedí pero por avatares del destino nunca llegó. Al cabo del tiempo los mismos hados que confabularon para no leerlo hicieron que cayera en mis manos. Pero indistintamente de como me hiciera con este tomazo lo que es indiscutible es que estamos ante una de las más atrayentes de su autor.
Más allá de lo que sepamos del país del sol naciente, en mi caso yo se bastante poco, la imagen que tenemos de ese país es la de una sociedad hermética que se rige por valores milenarios y que se gobierna, por encima de cualquier otra cosa, por el respeto y el honor. Pero son obras como Santuario la que, de algún modo, levantan la alfombra y dejan ver que realmente se esconde entre las bambalinas de las reverencias y la integridad. Al final una sociedad esta formada por personas y la persona es, por definición, falible y corruptible, y si no lo crees deberías revisar las noticias de la política española de 2025. Así que yendo al grano Santuario es, entre otras cosas pero por encima de todas ellas, una critica muy poco sutil a la sociedad política japonesa. Políticos corruptos, burocracia voraz, crimen organizado, drogas y ciudadanos ciegos, de forma voluntaria o no, a todo tipo corruptelas y crímenes.
Es cierto que Fumimura habla de otros temas como la amistad, la moral, el honor, la ambición, la redención o el choque generacional que vivió Japón en la década de los 90, del siglo pasado, pero son ramas que salen de un tronco central que es la intensa corrupción de un sistema político gobernado por personas con una sed de poder desmedida tan solo equiparable con el grado de su depravación. Bajo este paraguas temático, y para desarrollar todos los conceptos, Fumimura nos presenta a Hojo y Asami. Dos amigos que se encuentran en dos frentes, en principio, contrapuestos, por un lado Hojo, un Yakuza en ascenso meteórico dentro de su clan y Asami, el secretario de un “prestigioso” diputado del gobierno de Japón. En principio personajes totalmente antagónicos pero que a los pocos capítulos se destapan como grandes amigos desde la infancia a los que une un plan a gran escala, cambiar el sistema político japonés y hacerlo desde dentro, aprovechando la posición social de Asami y el dinero sucio que Hojo le proporciona.
Este es el eje principal de la obra y desde el cual orbitan el resto de los temas que he comentado antes. El escenario que presenta Fumimura tiene como gran enemigo a la clase política, a la cual la pinta de la peor forma posible. Políticos corruptos, degenerados, capaces de pactar lo que sea con quien sea con tal de mantener el poder, lo peor de lo peor, en contraposición plasma a los Yakuzas como un reflejo de esta clase política pero dota a este reflejo de una moralidad que los políticos no tienen. Incorpora a los Yakuzas como engranaje dentro de la obra blanqueando sus actos en pro de un “fin mayor”. El mayor ejemplo de esto es visual, todos los políticos van de negro y su aspecto es más que sórdido y Hojo va con un pulcro traje blanco y es uno de los personajes más guapos que he visto en un manga. Y es aquí donde yo a nivel personal tengo un gran problema. Santuario comete el A,B,C de la romantización de los Yakuzas, entiendo que es algo figurado que se usa como palanca social en la narrativa pero aun así me cuesta empatizar con un personaje que se gana la vida pegando palizas, matando y extorsionando, porque pese a lo que veas en “Like a dragon” a eso se dedica la mafia japonesa, pero que se dota de un velo de blanca superioridad moral. Pese a mis propios prejuicios al blanqueamiento de según que perfiles sociales, he de reconocer que el relato funciona como un tiro y Fumimura sabe como meter al lector en cada una de las viñetas y no dejarlo escapar asta terminar cada uno de los 12 tomos que se compone la obra. A nivel visual tenemos a Ryoichi Ikegami que hace una labor espectacular dotando a cada personaje de vida propia. Es muy complicado que todos y cada uno de los personajes de la historia, incluso los más secundarios, tengan un carisma propio y seas capaz de recordarlos a todos. Los dibujos son, en ocasiones, casi fotorrealistas y no se corta en poner detalles en los momentos de mayor violencia o donde el erotismos se apodera de la pagina.
Santuario es una de las obras más interesantes de Fumimura y también la más completa y complicada. Partiendo de un tema central tan potente como el poder y la corrupción se para a reflexionar sobre la amistad, el honor, el poder y otros interesantes dilemas morales. Un verdadero placer que no deberías dejar pasar ahora que Planeta Comic esta editándolo de nuevo.

De tanto jugar a videojuegos he terminado escribiendo de ellos en @noespais, hablando de ellos en @reservademana, director de la extinta «La Pistachería»