Reseña: Los Sacrificadores vol. 2 (Rick Remender, Max Fiumara, André Lima Araújo)

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Los Sacrificadores vol 2

Una de las cosas que peor llevo en cierto tipo de literatura fantástica es cuando se construyen mundos e historias en base a fuerzas más allá del alcance de sus personajes que amenazan por destruir toda su existencia. Mi problema no es tanto con esa posibilidad, sino con que, a la hora de la verdad, muchos autores no se atreven a dar ese paso y suelen cerrar sus obra con finales blandos y cobardes, salvando el día (y de paso el mundo) y volviendo a un más que dudoso estado de normalidad. Aquí no ha pasado nada. A lo mejor el problema es mío, pero no puedo evitar sentirme decepcionado ante situaciones como estas: cuanto mayor es la apuesta, mayor suele ser la desilusión.

Afortunadamente, nada de esto sucede (de momento) en Los sacrificadores. Después de un primer volumen con un final impactante en el que nada terminaba bien y no había espacio para la complacencia, esta segunda entrega se atreve a profundizar en el dolor y la desolación de un mundo condenado a pagar las consecuencias de los caprichos de los dioses y el inconformismo de Paloma y Soluna fue, lejos de mejorar la vida de los mortales, la ha sumido todavía en más sombras y miserias. ¿Ha valido la pena romper el ciclo de dominación y sacrificio que, aunque egoísta y cruel, mantenía el equilibrio y el bienestar de la población? ¿Acaso queda algún resquicio para la esperanza?

De forma similar a cómo sucedía en el primer tomo, Rick Remender alterna la narración entre las historias de Paloma y Soluna, acompañándolos en sus respectivos viajes a través del mundo, pero sobre todo en sus viajes interiores tratando de reforjar una identidad que quedó completamente destruida en el anterior volumen. Caminos opuestos pero firmemente marcados por sus pecados y fantasmas del pasado.

Resulta especialmente devastador, en el caso de Paloma, comprobar que los que antes le despreciaban por ser poco menos que ganado destinado al sacrificio, ahora no solo le siguen despreciando… sino que además le culpabilizan por todo el dolor, la miseria y la desolación que ha traído al mundo al dinamitar el pacto y romper el delicado equilibrio con los dioses, dejándole un horizonte de venganza y destrucción, como si fuese un Kratos con plumas y armadura, como único camino posible.

En el otro extremo de la dualidad kármica, Soluna se encuentra completamente perdida lejos de la comodidad, el calor y la protección de su vida palaciega, condenada a sobrevivir en un mundo sin privilegios al que nunca se había dignado a mirar anteriormente y que ahora la trata como si fuese un despojo de la sociedad. ¿Tiene sentido la rebeldía cuando se ejerce, no desde una cierta idea de justicia, sino desde la ociosidad pueril y juguetona del que no es consciente de las consecuencias de sus actos y carece de cualquier sentido de responsabilidad?

La historia de estas dos tragedias entrelazadas tendría mucha menos pegada de no ser por el excelente trabajo del ilustrador argentino Max Fiumara, que sigue dando forma a ese mundo de dolor, injusticia y destrucción sin que le tiemble el pulso ante determinadas escenas especialmente descarnadas. También hay que destacar el esfuerzo del portugués André Lima Araújo, que cubre a Fiumara en un par de números, por adaptarse sin fricciones al estilo y al tono general de la obra para garantizar la continuidad artística, sensación que se refuerza gracias al color de Dave McCaig.

Como no podía ser de otra forma, Norma Editorial vuelve a la carga con un nuevo tomo de 128 páginas en rústica que recoge el segundo arco de la serie a través de los 5 números (7 al 11) publicados originalmente por Image Comics. Como material extra se recogen las portadas alternativas del colorista Dave McCaig, así como las de otros artistas invitados como Dan Panosian, Filipe Andrade o Belén Ortega, así como algunas páginas con bocetos de diseño de personajes y portadas en tinta de Max Fiumara, además de las habituales biografías de los autores.

Con este segundo volumen, Los sacrificadores se consolida como una de las series en curso más interesantes e impactantes del panorama comiquero actual, y deja los cimientos preparados para lo que tiene que venir… que todo parece indicar que va a ser cualquier cosa menos complaciente con el lector. Y eso, sin duda, es una buena señal.

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