Reseña: Los Pizzlys (Jérémie Moreau)

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Cuando se acerca el frío, los ratones almizcleros construyen su madriguera.

Cuando las golondrinas revolotean alrededor de su nido, es que va a llover.

Cuando aparecen los tábanos, la llegada de los salmones es inminente.

Los animales son nuestra brújula.

Bueno, lo eran

Creo que todos hemos fantaseado alguna vez, sobre todo los que vivimos en grandes ciudades, con dejarlo todo atrás y regresar a la naturaleza, a una vida más simple alejados de rutinas, obligaciones y una tecnología que hace ya tiempo que ha dejado de ser un apoyo para convertirse en un mecanismo de control. Todos hemos pensado alguna vez en volver a lo básico, a lo que realmente importa, y reconectar con el planeta y con nosotros mismos. Claro, que después nunca lo hacemos. Nos vamos, como mucho, unos días a una casa rural de esas con mucho encanto o apuramos nuestras vacaciones en algún país exótico pero con 5G para poder documentar la experiencia en Instagram. En cualquier caso, siempre volvemos a nuestras rutinas y a esas ciudades deshumanizadas plagadas de franquicias, a esa zona de confort en la que estamos tan calentitos.

Pero, ¿qué pasaría si un buen día lo hiciésemos? Si realmente lo dejásemos todo para trasladarnos a los límites de la civilización y vivir en contacto directo con la naturaleza más extrema. Y, más aún, ¿qué pasaría si, para nuestra sorpresa, la naturaleza ya no fuese lo que una vez fue?

Este es el caso de Nathan, un joven parisino que, empujado por las circunstancias de la vida, ha tenido que madurar precipitadamente y hacerse cargo de sus dos hermanos pequeños. Se ha visto forzado a dejar la vida a la que aspiraba y a endeudarse para adquirir un coche y afrontar el pago de la hipoteca y la manutención de su familia como conductor de Uber. Los Pizzlys arranca mostrándonos un Nathan desubicado, completamente perdido… lo cual resulta paradójico, en una metáfora muy poco sutil pero muy efectiva, para alguien que vive pendiente de un GPS. Después de sufrir un accidente de tráfico y perder su único medio de subsistencia, decide dejarlo todo para irse con su familia a Alaska acompañando a la anciana desconocida con la que tuvo el accidente.

A partir de ahí Jérémie Moreau construye una historia que subvierte permanentemente nuestras expectativas como lectores, pero también las de sus propios personajes. Por supuesto, las de Nathan y su familia, que jamás hubiesen imaginado un cambio tan radical y transformador; pero sobre todo las de Annie, la anciana que tras haber pasado 40 años en París por amor, por un hombre, regresa a la tierra que la vio nacer… para encontrar que también allí las cosas han cambiado mucho. Con un discurso crudo, realista y ecologista, Moreau se aleja de lo bucólico para mostrar un hábitat en descomposición por la intervención humana a nivel global y una sociedad indígena fracturada, aletargada por el alcohol y las drogas, que parece haber perdido el vínculo con la naturaleza.

Para dar forma a sus inquietudes Moreau, que también se encarga del dibujo, lleva al extremo el estilo minimalista que ya había caracterizado sus anteriores (La saga de Grimr, Penss y los pliegues del mundo) trabajos, y lo hace especialmente con el uso del color, con rosas y pasteles y altos contrastes para darle una sensación onírica, de misticismo chamánico, de la irrealidad de una naturaleza que ya no sigue sus propias reglas. Un estilo artístico tremendamente llamativo y por momentos desconcertante que sabe recoger en todo momento el estado mental y espiritual de sus protagonistas.

Los Pizzlys llega a las librerías españolas de la mano de Norma Editorial, que nos presenta una edición de lujo de 200 páginas en papel de alto gramaje y tapa dura, con una preciosa portada en rosas, verdes y plata que recoge perfectamente todo lo que vamos a encontrar en su interior: una lectura bella a la par que cruda que, empezando por la misma portada, no nos va a dejar indiferentes.

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