Reseña: Let’s Play. Volumen 1 (Leeanne M. Krecic)
Supongo que serán cosas de la edad, pero aunque lo he intentado varias veces debo reconocer que nunca he conseguido sentirme del todo cómodo leyendo cómics en la pantalla del móvil. No tengo nada en contra del cómic digital, de hecho leo muchísimo en tablet con una pantalla suficientemente grande como para mostrar la página completa, pero me cuesta demasiado eso de tener que hacer scroll después de cada viñeta para pasar a la siguiente. Esto hace que, desgraciadamente, nunca me haya metido de lleno en el mundo de los webcomics, perdiéndome por el camino algunos títulos que seguramente me hubiesen gustado muchísimo.
Menos mal que algunas editoriales se preocupan por dinosaurios como el que escribe estas líneas y, de vez en cuando, tienen la feliz idea de traer algunos de los mejores (o en su defecto los más populares) y editarlos en formato físico. Este es el caso de Let’s Play que, después de petarlo en Webtoon con casi un millón y medio de lectores, más de ciento veinticinco millones de lecturas y una nominación a los premios Eisner en 2019, dio el salto al papel de la mano de la mano de la editorial Rocketship y finalmente acaba de llegar traducido a las librerías españolas gracias a Planeta Cómic.
Let’s Play gira en torno a la figura de Sam Young, una joven apasionada por los videojuegos que tras muchos años de duro trabajo finalmente consigue cumplir el sueño de publicar su propio juego independiente con relativo éxito. Sin embargo, cuando todo parecía sonreírle, recibe una crítica demoledora de Marshall Law, un famosísimo streamer, que destroza irremediable la reputación del juego y, por extensión, la de la propia Sam, sumiéndola en una profunda crisis. Por si fuera poco, el streamer acaba de mudarse al mismo edificio que Sam y es ahora su vecino. Si a esta situación le añadimos un puntito de romance y tensión sexual entre ambos y lo sazonamos con una pizca de comedia, videojuegos (está lleno de guiños y referencias, la de Simon Blackquill es maravillosa xD) y cultura geek… nos queda un cóctel de lo más divertido.
Leeanne M. Krecic (Mongie) hace crecer la historia encadenando enredos y situaciones embarazosas que perfectamente podrían salir de mangas como Ranma ½ (sí, otra vez queda patente que pintamos canas en la barba), pero lo hace desde la cercanía de unos personajes y unas experiencias con los que muchos lectores podrían sentirse fácilmente identificados. Más allá de la comedia y el romance, Let’s Play plantea temas universales como la amistad, el trabajo, la búsqueda de la propia identidad o la ansiedad social, estupendamente recreada a través de una siniestra figura que paraliza completamente a Sam cada vez que aparece.
La otra gran razón por la que es tan fácil conectar con Let’s Play es por su estilo artístico: atractivo, dinámico y muy juvenil; muy influenciado (y para nada escondido) por el manga y el anime, especialmente en el diseño de personajes y sus variaciones, llegando incluso hasta lo chibi, para expresar emociones y aportar más dinamismo a la acción. Menos trabajados están los fondos, habitualmente inexistentes y únicamente presentes para dar un mínimo de contexto al desarrollo de la acción, aunque lo cierto es que tampoco se les echa demasiado en falta.
Este primer volumen que Planeta Cómic acaba de publicar en nuestro país recoge los 23 primeros números (de un total de 177) del webcomic, incorporando un gran trabajo de maquetación para transformar la secuencia de viñetas de la obra original en una estructura paginada más cercana al comic book tradicional a la que estamos acostumbrados. Por otro lado, la edición de Planeta Cómic incluye una nueva traducción de Víctor Ruiz Aldana, bastante mejor que la que podemos encontrar en Webtoon. A modo de material adicional incluye también una postal con la portada, una entrevista a la autora así como un capítulo extra, situado dos años antes de la historia principal, en el que podremos conocer cómo Sam conoció a Bowser, su perrito.
Miembro de Reserva de Maná y director de Low Poly. Lector de cómics, cinéfilo, y curioso de la tecnología. Part-time dreamer.