Reseña: Dulces tinieblas (Fabien Vehlmann y Kerascoët

0

Supongo que a todos nos ha pasado, aunque quizás un poco más a los que hayamos sido padres, pero cuando revisitamos los cuentos infantiles que nos explicaron cuando éramos pequeños, nos damos cuenta de lo plagado de horrores y crueldades que estaban, de las figuras oscuras y tétricas que los habitaban y de lo terriblemente sangrientos que eran. No éramos conscientes, o quizás no lo vivíamos con la mirada de nuestro yo actual o quizás, qué leches, nos daba exactamente igual y el horror y la barbaridad nos parecían más naturales de lo que lo son para nosotros ahora, siendo adultos. Quizás por eso, cuando los volvemos a releer, para explicárselo a nuestros hijos y/o hijas, nuestro rostro se desencaja un tanto y nuestra boca se tuerce al pensar en algunas imágenes. Con la edad, extrañamente, nos volvemos más sensible o empáticos ante ciertas situaciones. Qué se yo, la cuestión es que sólo revisitando algunas nanas ya no entran escalofríos.

Lo cierto, sin ningún lugar a dudas, es que leyendo Dulces tinieblas de Vehlmann y Kerascoët, uno tiene la sensación de volver a esos cuentos en cuerpo y alma: no de revisitarlos con nuestra mirada actual, sino de vivirlos con esa mezcla de fascinación y repugnancia, con esos ojos infantiles que se asombran con todo y todo se lo cuestionan. Porque sí, queridos lectores, tras esa portada de estética infantil se esconde uno de los cómics más truculentos, retorcidos, crueles y gamberretes del panorama actual. Una absoluta delicia que utiliza ese dibujo y colorido infantil para atrapar al lector en una espiral de decadencia y locura que no nos deja escapar hasta su fatídico final. Dulces tinieblas nos presenta todo un abanico de personajes de lo más variopintos: alegres, tímidos, temerosos, valientes, tiránicos… que habitan un claro del bosque en el que el cadáver de una niña se va, poco a poco, descomponiendo. Éste no será únicamente un escenario de fondo, sino un espacio de vida y muerte que transformará su entorno y a sus habitantes: Aurora se alza como protagonista, cierto, tratando de mantener en pie todo un mundo que se desmorona y descompone, pero también es cierto que todos lo habitantes de este fantástico mundo, a medio camino entre Alicia en el País de las Maravillas y el Burton más desenfrenado y tétrico, son parte de una sinfonía que funciona y suena con notas melódicas y oscuras.

Dulces tinieblas hace gala de un guion excelente, con un tono y un ritmo reposados, pero que nos encaminan y empujan hacia un pozo sin fondo… del que no queremos salir. Sí, la historia tiene algunas escenas francamente desagradables viscerales, de una crueldad infinita y gozosa, con algunos de los personajes más detestables y deleznables que os podáis imaginar, pero también es capaz de crear una poética de la decadencia y la descomposición dignas de Baudelaire o Sade. Y el dibujo es sencillamente un logro artístico: una estética infantil, aniñada, luminosa y colorida que crea una ruptura brutal y salvaje con el tono de la obra. Repleta de detalles dantescos, «Dulces tinieblas» es una obra no apta para estómagos delicados, pero sí para mentes perversas y pérfidas, que goza de un apartado artístico excelente, preciosista y siniestro. Lean y vuelvan a ver con los ojos de quienes éramos antaño, en nuestra infancia. Un gozo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *