Reseña: Corto Maltés – La reina de Babilonia (Martin Quenehen, Bastien Vivès)

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Hace pocos meses hablábamos sobre la necesidad que tiene la industria (aunque también los fans) de volver una y otra vez sobre personajes conocidos y lugares familiares, perpetuando series populares incluso incluso cuando sus creadores originales han fallecido o han decidido pasar página.

Corto Maltés es uno de estos personajes. Creado por Hugo Pratt en 1967, el guionista y dibujante italiano nos presentaba a un cínico, lacónico y un punto melancólico capitán de barco, hijo de un marinero británico y una gitana sevillana, que se vería envuelto en aventuras de corte realista, a menudo confluyendo con personajes históricos reales, a lo largo y ancho del mundo – aunque con el Mediterráneo siempre en su corazón – durante las primeras décadas del siglo XX.

Aunque de forma irregular, Pratt nunca dejó de publicar nuevas historias de su más icónico personaje hasta su fallecimiento en 1995. Pero los lectores queríamos más. La industria quería más. De manera que, igual que ha sucedido con muchas otras series, unos años más tarde Corto Maltés volvió a la vida con un nuevo equipo creativo (guión de Juan Díaz Canales y dibujo Rubén Pellejero) en forma de continuación directa, retomando las andanzas del marinero donde Pratt las había dejado y respetando la continuidad.

Pero no estamos aquí para hablar de esa continuación, sino de una segunda encarnación nacida de una pregunta mucho más ambiciosa: ¿cómo sería Corto Maltés en el siglo XXI, en un mundo en cambio permanente que todavía está construyendo su nueva identidad tras los acontecimientos del 11S? Los franceses Martin Quenehen y Bastien Vivès se atrevieron a reinterpretar al personaje y crearon un nuevo Corto, distinto pero perfectamente reconocible, alcanzando un delicado equilibrio entre el cambio y el respeto por el material original, con el álbum Océano negro.

Un par de años después, los mismos autores vuelven a la carga con La reina de Babilonia, la nueva aventura de Corto Maltés tras este reinicio. La nueva aventura arranca en una sofisticada fiesta privada en un yate de Venecia, donde no solo se codea la alta sociedad, sino que también es un punto de reunión de traficantes, espías y contrabandistas con intereses en cualquier punto del globo en conflicto, especialmente en los balcanes y en oriente medio.

Esta fiesta marcará el punto de partida de un periplo que llevará a nuestro protagonista, atendiendo a partes iguales (¿o acaso no tan iguales?) negocios y corazón, a recorrer algunos de los puntos más calientes de la época, pasando por las callejuelas de Estambul o las ruinas en permanente estado de reconstrucción de Sarajevo, hasta llegar a la gran Babilonia, al mismísimo corazón de Irak, en un viaje que le cambiará para siempre y hará ver la vida y sus prioridades de otra manera, en una historia impregnada en pérdida y traición.

Al hábil guión de Quenehen, que logra no solo capturar y hacer suya la esencia del personaje sino que además es capaz de darle un arco de transformación, hay que sumarle el extraordinario trabajo de un Bastian Vivès, enfant terrible del cómic francés actualmente en el centro de la polémica que, dejando situaciones personales aparte, entrega uno de sus mejores trabajos de los últimos años. Manteniendo ese estilo tan personal en tres colores (blanco, negro y gris) tan rico en detalles y expresividad, se mueve grácilmente en esa fina línea entre la sensibilidad de obras como Polina, capturando la belleza y emoción de cada personaje o lugar, y la crudeza más descarnada de la guerra y sus consecuencias. Pura vida.

Como ya sucedió con el anterior Océano negro, Corto Maltés – La reina de Babilonia nos llega de la mano de Norma Editorial en una cuidada edición de 192 páginas en tapa dura con una ilustración de cubierta profundamente evocadora, que recoge en una imagen aparentemente simple todo el espíritu de esta nueva encarnación del personaje. Por supuesto, no pueden faltar los extras marca de la casa: en este caso encontraremos un completo dossier a cargo del periodista y corresponsal en la guerra de Bosnia (muy presente en esta obra) Jean Hatzfeld, así como una galería de ilustraciones a todo color de Bastian Vivès que cierran el tomo de la mejor manera posible.

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