Reseña: Los Sacrificadores vol. 3 (Rick Remender, Max Fiumara, André Lima Araújo)

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En la reseña del segundo volumen de Los Sacrificadores, comentábamos cómo la obra es coherente consigo misma y se atreve a dar el paso, cruzar la línea y cumplir con su apuesta, por muy devastadora que esta haya sido. Si ahora tuviese que sintetizar este tercer tomo en una única idea, esta tendría que ser punto de no retorno. Y es que, en toda gran tragedia, encontramos ese punto en el que la inercia de los acontecimientos supera la voluntad de quienes los desencadenaron. Es el instante en el que la piedra lanzada deja de pertenecer a la mano que la arrojó y se entrega por completo a la gravedad, convirtiendo a los actores en meros espectadores, en primera persona, de sus propias acciones.

Si en el primer volumen fuimos testigos de la ruptura de la inocencia y en el segundo de la rebelión/venganza ante la injusticia, en esta tercera entrega el guionista Rick Remender nos obliga a mirar directamente a la cara más fea de la revolución: la inevitabilidad de la guerra y el inmenso coste; en muerte, dolor y destrucción; que esta supone para el grueso de la sociedad. Y es que Remender no nos permite apartar la mirada de los daños colaterales, recordándonos que cuando los dioses y los elegidos juegan a la guerra, son los de siempre quienes ponen los muertos. La pregunta está permanentemente en el aire: ¿ha valido la pena pagar un precio tan elevado?

Este volumen, más corto que los anteriores (contiene únicamente cuatro números de la serie), ya no fantasea acerca de lo que podría suceder si el orden se rompe. El orden ha sido completamente destrozado y lo único que queda es el caos. Un caos que, pese a todo, no va a impedir que Paloma continúe impasible con una espiral de venganza de la que ni quiere ni puede escapar: el único camino es hacia adelante y el único final posible es acabar con todos los dioses. La única forma para sobrevivir a los monstruos es transformarse en uno y el único camino para seguir adelante es convertirte en eso que desprecias. Caiga quien caiga. Habrá resistencia, por supuesto, y en su periplo hasta un Rokos desatado se cruzarán personajes como Kronionus o el siempre intrigante capataz, que regresa en este tomo con más de una sorpresa bajo su máscara.

Por su parte, Soluna, aunque intenta hacer lo que cree correcto, tampoco puede luchar contra la amenaza que surge de su interior. ¿Qué hacer cuando tienes el poder de destruir toda vida a tu alrededor pero no dispones de la capacidad para controlarlo? ¿Cómo luchar contra ello? La aceptación de sus circunstancias le llevará a tomar la decisión más importante y difícil de su vida.

Si el guión se centra en el inevitable conflicto, el arte de Max Fiumara (con la alternativa de André Lima Araújo en el segundo número) se encarga de que sintamos el calor de las llamas y el vacío de la devastación a través de un estilo físico y visceral que potencia, con cada página, el trabajo de Remender. Hay que destacar el excelente trabajo del colorista Dave McCaig, especialmente en los momentos en los que Rokos y su fuego rugen y consumen la escena. 

Una vez más, Norma Editorial es la encargada de traernos este nuevo tomo de 112 páginas, más corto pero también más económico que los anteriores, en rústica que recoge el tercer arco de la serie (números 12 a 15) publicados originalmente por Image Comics. En esta ocasión, los artistas invitados para la colección de portadas alternativas son los propios André Lima Araújo y Dave McCaig, acompañados por Rafael Albuquerque, Carla Wyzgala y Jim Mahfood así como las portadas a tinta de Fiumara. A modo de extras, se incluyen también nuevos bocetos de diseño de personajes y una selección de – impresionantes – páginas a tinta, además de las habituales biografías de los autores.

Al terminar de leer Los Sacrificadores vol. 3, echo la vista atrás y sonrío al recordar la ingenuidad que, pese a todo, todavía impregnaba el primer tomo de la serie, y me pregunto hacia dónde puede dirigirse un mundo que avanza a toda velocidad hacia el abismo cuesta abajo y sin frenos. Para averiguarlo tendremos que esperar todavía unos meses hasta la publicación del siguiente (y de momento, último) volumen.

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